martes, 24 de abril de 2007

quisiera ser mosca


Siempre he sentido verdadera admiración por las moscas y si hubiera manera de arreglarlo me gustaría ser mosca. Eso de poder pararse en las calvas de los señores mamones y de pasear por la orilla de las sopas, me entusiasma. Por eso me parece tan extraño que los hombres les tengan un odio mortal y se pasen la vida desarrollando productos para matarlas. Afortunadamente todas las porquerías que inventan los hombres no sirven de nada y la única manera eficaz de matarlas es a fuerza de periodicasos. Curiosamente, el mismo periodicaso que nos mantiene a los perros a raya (???).
En realidad la gente quiere matar a las moscas porque se meten en todas partes y están todo el tiempo parándose arriba de la caca. Pero nadie tiene en cuenta que las moscas tienen que ser moscas y hacen cosas de mosca y sería de lo más bizarro que supieran jugar con una pelota y mucho menos leer o escribir, pues acabarían haciendo guiones cinematográficos y ahora si que nadie las aguantaría.
El otro día soñé que había alguien que lograba inscribir a las moscas en una escuela de paga, en el Oxford para ser exactos, y las moscas aprendían geografía, matemáticas, química y hasta la tabla del siete. Una de ellas se acercaba a mi y, después de saludarme muy educada, empezó a regañarme por no saber dividir y por no saber dónde están los Países Bajos.
Yo me justifiqué diciendo que, dado que soy bajita, no llegaba a ver los Países Bajos por tenerlos demasiado cerca.
Afortunadamente me desperté y me di cuenta de que todo no había sido más que una pesadilla y que, aunque alguien piense lo contrario, las cosas siguen siendo como deben de ser: el perro es perro, el aguaagua y las moscasmoscas.

lunes, 23 de abril de 2007

Me pican las nalgas despues de que me llevan a bañar

Sabado 21 de abril, 9 pm
La mañana fue tranquila. El huevón de mi padre se quedó en la cama más tarde que de costumbre y como desde bien tempranito yo tenía ganas de salir a orinar, para cuando decidió despabilarse yo tenía que permanecer casi sin moverme por miedo a darle el estrenón a la duela recién instalada. Al fin salimos a la calle. Fue una vuelta corta y de hecho podría asegurar que durante el breve recorrido mi papá nunca terminó de despertar. Una meada por aquí, otra por alla, lo de siempre. Afuera de la secundaria que está en la Calle 3 me encontré un pedazo de salchicha, que seguro llevaba más de un día tristemente acompañada por un montón de hormigas... estaba sabrosa aunque algo seca por el sol.
Más tarde me llevaron a bañar. No entiendo el afán de hacerle eso a cualquier ser vivo. Si yo tuviese alguien a quien cuidar, nunca, repito -NUNCA- lo sometería a ese tipo de tormento. Lo único positivo es que en el kenel de junto estaba un pastor alemán de muy buen ver. Un poco serio el tipo, pero así son todos los europeos. Cuando se dan cuenta de que una les echa el ojo, se ponen más serios que taquero a las 5 de la mañana. Después del baño, la maldita comezón. Cada vez es lo mismo. Empieza atrás de la oreja, luego empieza a recorrer todo poquito a poco: la barba, las patas de adelante, la panza, el lomo, la pata de atrás y, finalmente, el trasero. Quiero ver que a alguien le hagan cosquillas en las nalgas pero antes le amarren las manos. Es el maldito infierno. Anatómicamente los perros no estamos diseñados para rascarnos las nalgas y si restregamos nuestra parte posterior contra algún mueble para calmar la ansiedad, estamos expuestos a recibir tremendo periodicaso. En fin, otro día sin novedad.